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Soledad en tiempos de pandemia (cuarentena)





Por Virginia Farfán.



Un día de abril de 2020.


Uno no puede vivir con la frustración de estar todo el tiempo solo. Y si así es, es por mera costumbre o circunstancia de la vida. Ser animales sociales nos dio una ventaja como especie, negar ese hecho es negar nuestra propia biología. ¿Por qué habrá de sentirse tan bien cuando alguien te abraza por más de 15 segundos? Nos olvidamos rápidamente que pasamos prácticamente un año de nuestras vidas en los brazos, protegiéndonos de fracturas accidentales, porque somos tan frágiles en la infancia que es obligatorio el cuidado en esa etapa. Después crecemos y como tlacuaches solitarios vamos partiendo de nuestra familia, para quizás, hacer otra familia. No es mi caso. No lo he intentado realmente. Quise formar vínculo con alguno que otro hombre, he fallado. Amo mucho mi libertad, pero también me pesa no tener a quién abrazar de vez en cuando. No me gusta pedir cariño, sin embargo lo hago, con mi cuerpo, con ese lenguaje que no es hablado. No me escuchan, pero no puedo ponerlo en palabras.


Me la paso admirando cuerpos y mentes, primero el cuerpo antes que nada. No es por ser superficial pero es lo primero que entra por los sentidos: la vista, después el olfato. Y si eres un hombre alto, con barba abundante, vellos en el cuerpo, músculos tonificados aunque no gigantes y ese gran toque de testosterona, seguramente voy a voltear a verte. Una parte de mi, me dice, reprodúcete, es el indicado. Como si las moléculas que me conforman supieran lo que es bueno para mí, para la especie. El olfato, no hay nada más penetrantemente sensual que el olor de ese ser masculino, sin desodorante, sin perfumes que disfracen lo que realmente expele, lo que suda. Aún tengo grabado en la mente el olor de mi primer amor, del segundo, del tercero, del amor de mi vida y ahora el tuyo.


Después de la vista y el olfato, viene el tercer sentido, que para mí debería ser el primero que se percate de todo, pero no, la mente no funciona así.


Todos mis amores han tenido un cerebro atrayente, y es que si eres guapo y fuerte no es suficiente, no basta. Se necesita un grupo de habilidades en conjunto para quizás ser el más atractivo de la manada, el liderazgo, el saber resolver problemas y sobre todo, la capacidad de manejar los estímulos entrantes y salientes al sistema emocional. Esta última parte es fundamental para las hembras de nuestra especie, y no quiero decir que seamos expertas en manejar emociones, de hecho, no veo diferencias entre mujeres y hombres al respecto. Nuestra cultura nos ha enseñado que las mujeres lloramos, sentimos y pensamos en ello y que los hombres no, esto es erróneo, pero también he encontrado hombres que no están dispuestos a mostrar emociones y sentimientos por no parecer débiles, como si esto realmente fuese una debilidad, cuando al contrario es una gran fortaleza desvalorada.


Pienso demasiado cuando alguien me atrae, pienso en cómo serían nuestros próximos encuentros, imagino esos diálogos en mi cabeza, esas caricias ficticias y candentes que romperán en un momento de infinita pasión.


No es mi caso repito, todo eso sucede en mi cabeza, dónde tú estás constantemente, no te vas. No me dejas sola ni aunque estoy aislada, sin ti, sin tu calor. Es mera ilusión, aunque estemos aquí tú y yo, no estás conmigo ni yo contigo.


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