Una silla junto a la cama de hospital, un letrero luminoso al final del pasillo que indica la salida de emergencia, tu mano temblando de miedo, mi corazón rompiéndose también, una mirada de pánico y desconcierto durante todo el día, pastillas que te hacían dormir por la noche. Un sillón verde del que jamás te pudiste volver a levantar, tus pantuflas de felpa siempre cerca y una gran cantidad de pijamas en el tendedero. Rezar por ratitos y rogarte para que comas o tomes agua, sentarte y estar a tu lado esperando que en algún momento un milagro ocurra y te devuelva las fuerzas para seguir luchando. Tubos para respirar, la mirada más perdida que al principio y lamentos de dolor. Un último esfuerzo por darme la bendición a sabiendas solo tuyas de que era una despedida y de que el jueves que prometí visitarte jamás llegó.
Me han dicho que el tiempo cura todo, yo creo que no es cierto; los días siguen pasando y cada vez es más difícil olvidar lo que he mencionado con anterioridad. No sé qué ha sido lo más doloroso, si tu muerte o no poder deshacerme de este puñado de pesados recuerdos.
Hola, "La Rosalito"
Felicidades por tu historia. Me recuerda a un viejo cuento cortito que escribí en unas viejas clases de escritura que compartí con Nicolás Jaula. Ahora que lo comparta en esta fabulosa Cámara Rota lo lees y a partir de tu lectura podemos hacer una versión de ambos textitos. En realidad se parecen mucho desde mi percepción. Saludos