Por Esteban Ramírez
El vacío que envuelve a la habitación,
ha terminado por consumir todo aquello detrás de la puerta,
donde la oscuridad remueve las vísceras sobre la carpeta,
ya solo se han asomado entre el lánguido calor de la vela,
alumbrando atesoradas las camelias blancas al fondo de la mesa,
un chirrido de madera y tacones avanzado
no sé si por la azotea o dentro de mi mente
un cristal roto y dos gotas de sangre
yéndose lentamente por la coladera
Ya no queda solo la triste espera
Sino con ella algo más terrible que el hambre
¿qué corre más rápido que el agua?
La vida, únicamente que se marcha
destrozando todo como una avalancha.
Así como un eco, todo se va.
Poco a poco ya nada se escucha.
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