-¿Podrían decidir que hacer conmigo de una buena vez? Me duelen las rodillas y la espalda, yo no puedo permanecer tanto tiempo de pie.
-Aquí tiene una silla, por favor tome asiento y entienda que no está en posición de exigir absolutamente nada.
-Señorita, les he explicado hasta el cansancio que es lo que ambos queríamos. Comprenda que ya estaba agonizando, sólo lo ayudé a dejar de sufrir, el médico le confirmó también que su existencia ya no pasaría de días.
-Casi puedo entender eso, pero qué hay de la atrocidad que hizo después, no es normal ¿Por qué?
-Por amor, porque aunque sea vieja sé que en general mi salud es buena y no podría sobrellevar mis días sin él, lo único que hice fue darme consuelo, sentirlo una vez más. Por amor, ya lo he dicho.
-Por amor nadie descuartiza ni hace lo que usted con su esposo ¡No diga locuras!
-Se los voy a explicar una última vez, ya estoy cansada. Después de esto llévenme a donde quieran, la cárcel, el manicomio, mi casa, da lo mismo porque en ningún lado estará él.
Desde que nos conocimos supimos que pasaríamos el resto de nuestras vidas juntos, ya saben, fuimos afortunados y nos amamos por más de cincuenta años, fue mi mejor amigo y mi cómplice.
Nunca le dimos problemas a nuestros hijos, él y yo nos cuidamos, tal y como lo prometimos el día de nuestra boda. Cuando supimos que su enfermedad ya estaba muy avanzada optamos por no decirle a los muchachos, para qué preocuparlos y ponerlos tristes si yo podía hacerme cargo de todo. Procuré que resolviera sus asuntos pendientes, abrazamos a nuestros nietos, arreglamos el testamento, visitamos a los amigos que aún nos quedaban y traté de hacerlo reír hasta el último momento.
Estaba listo para partir, siempre supimos que sería así, él primero. Ya no podía respirar sin ayuda de esa máquina, no comía, ya no me respondía, rara vez sus ojos permanecían abiertos más de cinco minutos. En realidad ya no estaba aquí, en uno de esos chispazos de lucidez me dijo "Ya no puedo, esto no es vida" y entonces lo hice, lo ayudé. Aunque eso ustedes ya lo saben.
Sobre lo demás, insisto, fue por amor. Consideré hacerlo todo como es debido, hablar a la funeraria, avisar a nuestros hijos y conocidos, dejarlo en el cementerio, irle a llorar algún día a la semana y ser una viuda más, pero cuando estuve a punto de tomar el teléfono todo ese escenario me molestó como casi nada me ha molestado en la vida ¿Por qué un amor tan especial y poco común tendría que terminar así? No era justo para nuestra historia y para lo que él significó para mí.
Pasé horas pensando qué hacer con él y conmigo, pero la tristeza no me ayudaba a resolver mi situación, sentía que me faltaba el aire al pensar que ya nunca me abrazaría o que no volvería a escuchar su voz. Necesitaba sentir que no me había dejado o me iba a volver loca, aunque ahora que lo pienso tal vez eso fue lo que ocurrió, me acerqué a besarlo y pude oler su loción igual que cuando éramos jóvenes, alcancé a sentir su piel sin arrugas y a ver su cabeza llena de rizos negros.
-De modo que estaba alucinando…
-Puede ser, pero prefiero pensar que volvió a la forma en la que merecía estar. Lo besé y en ese beso pude probarlo, sabía a nuestro amor. Pasé mi lengua por su frente y me llené de la ternura de nuestro primer encuentro, estoy segura de que no lo van a entender, pero así fue. No pude parar de saborearlo, cada parte de su cuerpo era un pedacito de nuestra vida juntos. Cuando por accidente mordí una esquina de su uña mi cabeza explotó, de pronto me vi en el parque comiendo helado, como solíamos hacer todos los domingos. Entonces pensé que si mordía y comía un poco más el dolor que sentía podría desaparecer para ser reemplazado por nuestros recuerdos.
Me costó trabajo cortar algunas partes de su cuerpo, pero el esfuerzo valía la pena, sus labios me llevaron a nuestro primer beso, su nariz al pastel que le preparaba en su cumpleaños, su lengua a nuestro poema favorito, sus brazos a la emoción que sentimos cuando tuvimos a nuestros hijos. Nada me pareció grotesco, puedo notar el asco en su cara. Ante mis ojos la sangre que salpicaba se convertía en pétalos blancos al tocar el suelo, esa fue su manera de hacerme sentir amada pese a ya no estar en este mundo.
-Por lo que veo no está consciente de la gravedad de lo que hizo, no siente remordimiento ni vergüenza.
-Lo único que me apena es que mi hijo haya sido quien nos descubrió, por lo demás no tengo problema. El amor nunca ha sido motivo de vergüenza ni dolor. Hagan lo que quieran, ya no voy a hablar más con alguien que obviamente no entiende de estos sentimientos. Ah, y no quiero ver a periodistas por aquí, en todo caso mi esposo vendrá por mí el lunes, ese día es nuestro aniversario.
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