Por Eli Adán Díaz
A la distancia percibimos la tragedia. Bombas caen sobre frágiles cuerpos de carne y hueso. Ni siquiera el concreto resiste tan severos impactos.
¿Quién resiste a eso? Si la madera se calcina, el vidrio se quiebra y el metal se dobla.
Hace falta un cuerpo más resistente, un cuerpo que no se calcine, no se quiebre ni se doble.
¿Para qué tenemos la memoria? Las imágenes se repiten, la escena vuelve atrás, mismo
guión, mismo acto. Diferente locación, diferente tiempo.
Mismo cuerpo flaco, cubierto por huesos, músculo y piel.
Antes fue Auswitch, Varsovia, Hiroshima, Corea, Vietnam, Irak, Afganistán y Palestina
ahora.
Los muertos caen como minutos detrás de las horas. Tic tac, dos muertos, dos de los
nuestros más.
Hola, mundo cruel, sigamos viendo la transmisión por los medios. No vuelan las casas,
vuelan recuerdos, memorias, momentos. El pasado de un pueblo que hoy es aplastado.
Tic tac, dos edificios menos, dos recuerdos menos.
Adiós, pueblo, ¿cuál pueblo? Por ahí solo quedan escombros. Desde acá la vi volar, tras las explosiones.
Desde acá la vi soportar. Viva Palestina Libre, desde el río hasta el mar.
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