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¿Qué es ser mujer?


El azar, el destino, (las creyentes le decimos Dios, también), algo así me llevó el año pasado a conocer a siete mujeres en la audiencia de un noticiero. Como coincidíamos en enfadarnos con los miembros del chat que utilizaban la palabra “feminazi” para dirigirse a cualquiera que cuestionaba la actitud del presidente de México (apenas entonces empezaba a sorprendernos con su discurso evasivo, cuando no, condescendiente hacia el tema de la violencia machista), nos buscamos en el grupo de telegram del mismo noticiero.


Todas somos señoras. Todas nos identificamos de alguna manera con los feminismos. Así que hace poco les formulé la pregunta que me ha inquietado desde hace algunos años ¿qué es ser mujer? Las respuestas fueron de lo más diversas y lo que más costó fue hacer el planteamiento sin caer en roles de género. Se dijeron muchas cosas, pero no se llegó a ningún consenso, en realidad, fuera de lo que se supone que es ser mujer, no dijimos nada que nos lo revelara de veras.


Y ya que lo pienso, creo que, tristemente, una parte de lo que relaciono a mi propia feminidad no tiene nada de alegre. Soy el estándar de belleza que nunca alcancé, la violencia machista que sufrí en mi niñez y juventud, la injusticia institucional, el descrédito y la culpa. Soy el amor que duele, el que aprende a desapegarse y ser más fuerte. Pero las cosas pueden cambiar cuando entiendes que nada de eso es regla, que hay posibilidades para encontrar tu lugar, o al menos, guía para seguir en la búsqueda. Por eso soy también la maternidad que no supe si quería y que después se convirtió en orgullo. Soy el reflejo en los ojos de mis amigas, que me han enseñado a encontrar las cualidades que antes no sabía que existían. Soy ahora la sororidad, el apoyo de alguien más, la solidaridad, el amor al prójimo (la prójima).


También tuve que ser rabia, tuve que ser sensibilidad para entender al resto de las otras, el dolor que han experimentado y la fuerza que han generado para recuperarse. Soy la que se ha negado a cerrar la mente para ajustarse al paradigma conocido y se ha obligado a entender lo que le causa miedo, lo que jamás vio de cerca y le cuesta entender. Dejé de creer que todas tenemos que pensar igual para ser aliadas, no, no se tiene que coincidir en todo, a veces ni siquiera necesitamos caernos bien, solo ubicar de donde viene la opresión y la violencia, las cuales pueden surgir de individuos o grupos de quienes menos se espera.


Cada 8/03 es lo mismo, aunque este año el ataque no ha tenido tregua. Me siento incomprendida por el movimiento de transformación política que apoye desde 2005 y que ahora no me reconoce como aliada, me ataca y me llama infiltrada, se niega a escucharme y me exige que me trague mi descontento. Me duele que dentro del movimiento feminista se haya inoculado el odio al transactivismo, y que se haya olvidado que el enemigo no está ahí. Me duele estar un tanto a la deriva, pero ya no me asusta. Lo que realmente me molesta es que el foco de la opinión pública no esté donde debería estar: en las que están en peligro inminente, en las que no obtienen justicia, en las que sufren y están solas o hasta en aquellas que están sufriendo sin que nos hayamos dado cuenta.


¿Qué cosa es ser mujer? Yo que sé. Es esto que tengo por dentro y que me impele a escribir todas estas cosas. Que el futuro sea mejor para todas, todes, todos. Dios quiera que sea así.



Por Mayanin Jiménez

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