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Foto del escritorCámara rota

Porcus existe




Por Luca Moriatur


Este relato cuenta las andadas de una señora elegante vestida de negro, que solía pasearse con sus llamativos vestidos a media posta por los poblados de la Ciudad de Santiago de los Caballeros. Según lo que dicen es que esta señora era muy hermosa y de cuerpo torneado por los mismos espíritus de la lujuria y el morbo, pero su existencia no traía muchas bendiciones al pueblo. Cada noche en su rancho de cerdos había uno en especial que salía para atemorizar al pueblo entero, se rumoraba que ver a este ser bestial era como ver algún ser demoniaco y se podría describir de la siguiente manera: ojos color azabache profundo, un olor fétido y putrefacto insoportable para el ser humano, aliento a muerte y un hocico babeante y espumoso. Cada noche en la inmensidad de la oscuridad inquietante se escuchaba el gruñir y el rechinar de sus inmensos dientes cerca de los establos o en los sembradíos de maíz que cada día amanecían destruidos.


El arribo del ser demoniaco hacía saber que llegaba la destrucción y era el presagio de la visita de un ser enviado del infierno. Su correr por los sembradíos delataba el odio y el deseo de ganar almas para Satanás. Cuando el ser se detenía en los campos de algún poblador, sabían que este sería maldito y que su cosecha quedaría perdida, y nunca se equivocaban. Hasta que un día un osado campesino pidió la ayuda del Omnipresente y le esperó a medianoche bajo el árbol de amate. Media hora esperó escondido tras unos matorrales y cuando el reloj marcó la medianoche, escuchó el gruñir del cerdo acercándose a su ubicación. Viendo la silueta cruzando los alambrados, apretó fuertemente su crucifijo y tomó por un extremo el garrote de madera que tenía en su otra mano.


Al tenerlo casi frente a él y sentir la respiración del ser despreciable, dio un salto y de un fuerte golpe sobre la cabeza hizo doblar las patas delanteras del inmenso ser. Horrorizado al ver la inmensa masa que se encontraba a sus pies, sintió que su alma se escapaba por su nariz por sus intentos de respirar entre el cansancio y las ganas de vomitar por el fétido olor que emanaba del ser. Sin encontrar signos de vida, el campesino empezó a garrotear al inmenso animal con tanta furia como queriendo no dejar un espacio sin golpear. Así se mantuvo durante varios minutos hasta que sintió el agotamiento. Con el miedo de no haber hecho bien su faena, y temiendo que este resucitara, salió corriendo hacia su rancho pidiendo a su Creador que este no lo visitará nunca más.


A la mañana siguiente, el campesino valeroso se encontraba muy temprano contando su heroica acción de la noche anterior frente al párroco, dos campesinos y tres vendedoras del mercado. Cuando de repente, al fondo de la avenida, vieron conducirse hacia ellos a la dama de la lujuria que habitaba el pueblo, y como era costumbre, todas las miradas se dirigían hacia esa bella silueta. Así se encaminó hacia ellos, y al tenerla cerca, todos notaron que su cuerpo estaba totalmente golpeado y su rostro desfigurado, casi irreconocible. La dama muy serena se dirigió al campesino que se encontraba más muerto que vivo, y muy lleno de asombro y terror. La dama en mención le dijo muy llena de enojo: -Señor creo que usted y yo tenemos mucho que hablar de lo sucedido ayer por la noche-. 


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