En los últimos meses, incluso, desde los últimos 2 años, el tema del aborto ha estado dentro de la opinión pública. Es un tema que se ha debatido entre activistas pro derechos humanos y el sector conservador llamado provida. Mucho se ha hablado, conferenciado, explicado, y aunque los medios de comunicación abierta no han tocado el tema, la mayoría sabemos de qué va.
Con la aparición de la marea verde, las marchas, consignas y hasta cabildeos políticos, la legalización del aborto se ha convertido en todo un tema de “liberación femenina”. Se ha planteado que con la despenalización del aborto dejaran de morir las mujeres por abortos clandestinos y se reduciría la pobreza, ya que las personas con menor poder adquisitivo recurrirían a él, por las limitaciones materiales a las que se enfrentarían para maternar a un bebé. Dentro de los argumentos y consignas a favor, están; “las ricas abortan y las pobres mueren”. Incluso se ha propuesto para reducir los nacimientos de niños con síndrome de Down.
La lucha a favor del aborto lo ha abarcado todo. De pronto nos hemos creído que la cúspide de la emancipación femenina es poder abortar, y en la narrativa utilizamos a las mujeres en situación de pobreza como símbolo de lucha, pretendemos, con consignas y argumentos que en el análisis, resultan muy ofensivos, discriminatorios y hasta fascistas, ayudarlas.
Tenemos que pensar bien qué vamos a decir, qué lenguaje vamos a usar e identificar a quién le vamos a hablar. Actualizar el discurso y los “símbolos” que se van a usar en la lucha.
Es fascista pretender aprobar que alguien pueda criar si y solo si tiene las condiciones económicas/materiales para ello. El aborto no es para que disminuyan los niños en la calle, ni la gente pobre (si tú crees esto, tienes que repensarte tus argumentos y tu ética personal). Las principales necesidades de las mujeres y las personas gestantes que habitan en la periferia, tienen que ver con la desigualdad y la pobreza, esa desigualdad que el sistema racista/clasista impulsa, las somete, incluso más que el género. Para terminar con los niños en situación de pobreza, tendríamos que terminar con la pobreza y eso no tiene que ver con el género o el aborto.
El aborto es parte de la autonomía sobre los derechos reproductivos de nuestro cuerpo, no deberían haber argumentos o justificaciones para hablar de aborto, simplemente es una situación más y común en la vida de las personas gestantes. Al dar explicaciones y utilizar consignas como: “anticonceptivos para NO abortar”, el estigma al aborto continua y se perpetúa, entre líneas decimos que es una situación terrible y es la última instancia. Implica también cierta superioridad intelectual y adulto centrista dar un mensaje de regaño: “si conocieras los métodos anticonceptivos, no te embarazarías y no abortarías” en pleno 2021. Creo de manera firme que todos sabemos qué es un condón o una pastilla del día después. Esta cuestión intelectual, y que es, parece, la única forma de estar en la cúspide del empoderamiento, es sumamente racista y clasista. No deberíamos subestimar a las mujeres de barrios pobres o de zonas marginadas, el conocimiento popular existe, y también es poder.
Pareciera que la dialéctica siempre oprime más a las mujeres empobrecidas, “las ricas abortan, las pobres mueren”, y reproduce a la mujer salvadora blanca. Olvidamos un pequeño dato: el aborto con misoprostol lo descubrieron las mujeres negras de las favelas de Brasil. Y el uso clandestino (que solo significa prohibido por el estado) de estas pastillas y sus repercusiones, actualmente, no tienen un impacto significativo o estadístico como para utilizar el argumento de que el aborto clandestino es igual a peligro y muerte. Hay mucha desinformación y la reproducimos sin límite.
Así como hablamos de aborto y tratamos de hacerlo un tema de opinión pública, hablemos también de esterilización forzada. Se ha documentado hasta el gobierno de Enrique Peña Nieto, en distintas zonas rurales, que los programas sociales se condicionaban a familias de máximo 2 hijos, violando completamente el derecho a la reproducción. Las mujeres que decidían parir a pesar de esta condicionante, realizaban una verdadera resistencia contra el Estado. (https://www.animalpolitico.com/punto-gire/esterilizacion-forzada-y-consentimiento-informado-como-medio-de-prueba/).
También podríamos poner sobre la mesa, la violencia obstétrica como una forma de violación a los derechos humanos de las mujeres.
“Me quedé casi media hora afuera del hospital, me dijeron que me faltaban 3 milímetros, pero ya no aguanté y se me vino mi bebé, estaba aquí adentro en urgencias y ahí me alivié. Me dijeron que no empujara porque la cabeza de mi bebé ya estaba afuera. El doctor me dijo: “no empuje señora porque se va a venir el bebé y se va a caer aquí”. Y bueno, ya de ahí me llevaron para tenerlo, me cortaron la parte mía, porque el bebé no podía salir y ya me hicieron cesárea de abajo, me apachurraron la panza para que saliera y después me apachurraron para que saliera la placenta de mi bebé”, -Rosa. (El testimonio fue recuperado con consentimiento informado. Primero de la propia paciente y del hospital público de la Ciudad de México. El nombre real fue cambiado para proteger su anonimato).
El testimonio de Rosa, una mujer que atendió su parto en un hospital público de la Ciudad de México, es un ejemplo cotidiano de repetidas historias de dolor y violencia que viven las personas gestantes al atender sus partos en las instituciones públicas de salud. Los testimonios nos muestran claramente una cadena de maltratos y violencia que se traduce en una violación sistemática de los derechos. La mayor parte de los embarazos viven el parto hospitalario como una situación violenta y traumática, experiencias que en muchas ocasiones son asumidas, naturalizadas y ocultadas.
Amigas, amigues y amigos, podríamos incluir en la agenda feminista, visualizar estos procesos sociales, y en este tema específico, la violación a los derechos reproductivos de las mujeres en los servicios de atención al nacimiento. Parir también es un derecho. Muchas mujeres quieren parir en condiciones dignas y no pueden porque no cuentan con los recursos o medios suficientes, y eso habría que reclamárselo al Estado de otra manera.
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