En aras de la cuarta transformación, la división de territorios y de poblaciones debería desvanecerse, es un cuento de nunca acabar. Entre fronteras, muros, señalizaciones y demás obstáculos de la socialización del día a día, siempre quienes nos encontramos en la diferencia terminamos siendo fantasmas sociales.
Según la Real Academia Española barrio es “Cada una de las partes en que se dividen los pueblos y ciudades o sus distritos.
2. m. arrabal (‖ barrio fuera del recinto de una población).
3. m. Grupo de casas o aldea dependientes de otra población, aunque estén apartadas de ella".
¡Barrio fuera del recinto de una población!
¡Barrio fuera del recinto de una población!
¡Barrio fuera del recinto de una población!
Esto es absurdo porque mi gente pertenece a México, no somos periferia, no somos monstruos. Somos gente como la de Coyoacán, como la de Polanco, mis niñas son tan hermosas como quienes viven al norte, al sur o al poniente de la metrópoli.
De acuerdo con Roberto Lira Olmo, el ritmo social del presente siglo XXI es un factor que divide ideologías, formas de ser y estar en sociedad. Por mucho que las instancias gubernamentales, asociaciones civiles, colectivos, brigadas o grupos de la iniciativa privada tengan la fuerza por hilar poco a poco un bien común entre las personas, construir inclusión social, etcétera, las personas seguirán enajenadas, pues como dijera Roberto Olmo “nuestras ciudades masivas, los proyectos de viviendas mínimas agrupadas como trenes o la falta de espacios de encuentro, conspiran contra la posibilidad de conocerse y, por eso, de quererse e involucrarse con el otro.
La mirada de Carlos Navarrete no es un trabajo que refleje el pesimismo con el que escribí las líneas anteriores, pero si me hace pensar que el barrio es una esfera de tonalidades sepias, blancos, oscuros y grises porque es ahí donde es difícil detectar justicia, igualdad, sonrisas en los niños, desarrollo sustentable, eficiencia de servicios públicos, eficiencia de espacios recreativos, clínicas con abasto de medicamentos, vigilancia etcétera. Es común pensar en un barrio y obtener imágenes de situaciones desagradables, sin embargo, en la producción fotográfica de Navarrete es, alentador ver el sudor de jóvenes musicalizando las canchas o llanos con el balón y los brazos fraternales de amigos que se juntan los domingos al caer el sol, es alentador descubrir los rincones del barrio esos que muchos profesionales de la cámara rechazarían, pues... ¿Qué tendría de interesante y sublime mirar el atardecer y que el punto de fuga sea la estructura grisácea del reclusorio oriente, acaso se puede concebir una contemplación estética en un carrito de fierro en el que muy acertadamente describe Navarrete “Recuerdos, golpes y raspones en la azotea”? Yo digo que si; pues la sensibilidad y
los recuerdos afloran en la piel cuando a través del barrio recuerdas tu infancia.
No importa si estamos en la cuarta transformación en la quinta o en la trigésima, lo que debemos hacer los del barrio es seguir preservando nuestras identidades, nuestra forma de vivir día a día entre ruidos que acechan nuestras entrañas, continuar por seguir trabajando, llevar el pan a nuestras casas, seguir decorando con lenguajes extraños el entorno y seguir edificando sueños.
¿A caso mi Iztapalapa está apartada de Centro Histórico? No lo creo, somos patrimonio, somos belleza, somos Barrio.
Por Sonny Mariel Sandoval
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