Era miércoles 23 de abril, justo el día que Eliana tenía su cita médica. Desde dos meses antes ya sentía molestias para respirar, pérdida de peso y mucha fatiga; su falta de tiempo le impidió acudir al doctor. Tenía 26 años y trabajaba 10 horas al día para tener todo lo que de chiquita no tuvo. La vida ajetreada y posponer su chequeo médico hicieron que sus malestares se intensificaran.
Ya casi daban las 4 cuando se alistaba para salir de su casa (un cuarto en el quinto piso de un edificio viejo cerca de la Alameda), y aunque estaba un poco preocupada por su salud, también confiaba en su juventud y fuerza como para alarmarse de más. Salió y se dirigió al consultorio con la mejor actitud que pudo. Mientras recorría las calles del centro, recordaba a aquel novio, el que una vez le regaló un cuarzo y le propuso viajar sin rumbo, perderse entre la naturaleza y renacer. En esa ocasión, ella se echó a reír tan fuerte que “el novio” prefirió marcharse y llevarse su piedra. Después de 2 días, Eliana terminó la relación.
De pronto, salió de sus pensamientos y se dio cuenta de que aún le faltaba recorrer 6 calles. En un parpadeo, de forma inusitada, notó que una nube del cielo tenía forma de nopal; como aquel día, en que su abuela salió con ella a cortar nopales para hacer el desayuno. Fue justo entonces cuando esos 6 años sin ver a su abuela le parecieron largos, casi infinitos. En ese momento, los recuerdos ya le incomodaban y prefirió no pensar. Faltaban solo 3 calles para llegar y un charco de agua se le atravesó en el camino; recordó que había llovido un día antes, como cuando iba a conocer a sus ex suegros y una tormenta le cayó encima, estropeando su atuendo y poniéndola furiosa. Eliana canceló la cita.
Para entonces, ya por fin, estaba frente al consultorio médico, lista para su revisión y después irse a casa, a retomar todas esas cosas que había estado pensando; quería visitar a su abuela, viajar sin rumbo, bailar y correr bajo la lluvia. Además quería enamorarse y conocer a sus futuros suegros, sin importar que tan limpio o lindo fuera su atuendo. El cuarto en el edificio viejo no estaba mal, lo que ya no le gustaba era su soledad. Y estaba lista para dejarla atrás.
Pasó a la sala de espera y a los 2 minutos una enfermera ya la estaba dirigiendo hacia el consultorio donde sería atendida. Todo iba normal, su chequeo como cualquier otro de costumbre. Inesperadamente, el médico le indicó a la enfermera que se llevara a Eliana y le practicara un ultrasonido. Mientras el doctor continuaba dándole indicaciones a su asistente, Eliana dejó de escuchar y recordó a su última pareja sexual, tenía 2 meses que había sucedido, pensó que tal vez estaba embarazada. De ser esto cierto, todo cambiaría, ahora estaba más decidida a emprender y retomar su vida, en cercanía de las personas que amaba. En esos minutos imagino hasta el sexo del posible bebé.
La enfermera le dijo qué hacer, y ella ya estaba ahí acostaba esperando a ver algo a través de la pantalla. Ansiosa, algo emocionada. Se le pidió abrir las piernas y alzar la barbilla, Eliana no entendió para qué, pero lo hizo. Sintió el frio gel (de ultrasonidos) tocar su ingle y cuello, y comenzó su ultrasonido. No sabía qué estaba pasando, los ultrasonidos son en el vientre, se decía así misma. Después de un par de minutos la enfermera llamó al médico y el semblante de sus caras cambió totalmente.
-Tiene los ganglios linfáticos inflamados, decían entre ellos.
Eliana ya estaba desesperada y les preguntó qué era lo que sucedía. Con crueldad le dijeron que muy posiblemente tenía el linfoma de Hodgkin, un cáncer que se origina cuando las células comienzan a crecer sin control. El cáncer se había propagado en todo su cuerpo.
Cuando escuchó esto, sintió como si le hubiesen arrojado una cubeta llena de cubos de hielo sobre el cuerpo. Gritó, sintió dolor, agonía, frustración y no dejaba de reprocharse haberse olvidado de ella y de sus sueños. Se enojó mucho con la vida, con Dios y hasta con sus padres por no estar ahí acompañándola en esa terrible situación. Se quedó recostada en la camilla, llorando e imaginando cómo hubiese sido su vida, esa que rechazó por la monotonía y la seriedad. Ese culto al éxito y a la superación de clase la hizo perderse de tantas cosas simples y gratis que le ofrecía una vida sencilla y sin tanta banalidad.
Hoy, Eliana ya murió. Se sabe que su familia acudió al funeral; el ex novio llegó con aquel cuarzo que ella había rechazado. Lo dejó caer sobre su féretro mientras llenaban el hueco con tierra, con hojas secas, limo y arcilla.
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