Por Nicolás Jaula
Nicolás despertó aquella tarde en el parque convertido en algo totalmente diferente. La extrañeza de la situación lo mantenía inmobilizado.
Su cuerpo, que conocía a la perfección, parecía haberse transformado. Sus dedos se encontraban entrelazados con los de una mano que percibía como ajena, mientras que una tercera pierna rodeaba su cadera y bajaba hasta incrustarse justo en medio sus dos extremidades originales. Tres brazos y tres piernas.
Sentía más calor de lo habitual, uno que surgía desde la espalda y se extendía por el resto de su cuerpo. Justo después de concebir esto último, una fuerza cálida lo oprimió, al mismo tiempo que la tercera pierna y sus nuevos cinco dedos replicaban la acción.
La confusión comenzó a disiparse cuando reconoció el sonido del viento golpeando las hojas del enorme árbol que les hacía sombra, junto con la luz naranja de la tarde que penetraban sus párpados.
Sólo escuchó su voz relajada diciendo: me siento bien aquí.
Comments