Desde la oscuridad no se alcanzaba a distinguir alguna forma en específico. Fue hasta que encendí la luz del patio y me acerqué, cuando noté su cuerpo desparramado sobre uno de los escalones que se dirigen hacia la azotea. ¿Quién podría haber cometido semejante crimen?
Me acerqué más y comprobé que el asesinato se había perpetrado apenas un par de horas antes, por lo tanto, era el momento de actuar. Lo bajé del escalón y le dí sus últimas caricias en la cabeza y abajo del cuello. Porque es lo que a los gatos les gusta, ¿no?
Mi primer sospechoso fue el mecánico de la cuadra, aquel que un día sorprendí queriéndole aventar una piedra al Rufo, el perro de la vecina del seis. Pero, si el mecánico sale de trabajar a las 17 horas, creo que sería difícil que él fuera el asesino, ya que el crimen se había cometido, según mi desarrollada capacidad de deducción, alrededor de las 21 horas.
¡Demonios!, acabo de perder cinco minutos persiguiendo una pista falsa. ¡Esto nunca le ocurriría a Sherlok Holmes! Por favor, no pierdas el tiempo, hay un caso muy importante qué resolver.
Analizando de nuevo el cadáver, noté que no había alguna herida o evidencia de envenenamiento. ¿Será que el curso natural de la vida alcanzó a este pobre gato negro de ojos verdes? Si es así, es mejor parar aquí. La muerte es un criminal al cual es mejor no perseguir.
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