Me muevo por enésima vez para encontrar el lado fresco de la cama. Escucho que algo rechina y recuerdo que de nuevo olvidé apretar los tornillos de esta vieja cama de metal. Me presto atención, quedé en una posición rara: acostado boca abajo, abrazando la almohada que quedó debajo de mi pecho y abdomen, y con las piernas formando el número cuatro. Sé que me veo ridículo y me avergüenzo un poco aunque nadie más me observa.
Escucho pasar más automóviles de los que imaginaría a las casi cuatro de la mañana. ¿A dónde irán?, ¿de dónde vienen? Me gustaría conocer sus historias, aunque no los conozca de nada. Un perro ladra a lo lejos y mi cuerpo tiene la necesidad de moverse otra vez. Se repite el rechinido.
Renuncio a encontrar otra parte fresca del colchón y me quedo totalmente boca arriba. Noto que las cobijas están a punto de caerse de la cama y concluyo que los mejores sueños son cuando despiertas y no desacomodaste absolutamente nada.
Vuelvo a prestar atención afuera y me llama la atención el sonido de la ciudad vacía. No puedo describirlo, pero por alguna razón me identifica y me llena de melancolía.
Llego a la conclusión de que me siento como afuera en este momento, esperando que la mañana en mi interior llegue pronto.
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