Por D.C
Las luces parpadeaban, un halo de humo acariciaba mi rostro en tanto de fondo se escuchaba daddy issues de the neighbourhood.
Mi pelo despeinado se pegaba a mi cuello mientras pequeñas gotas de sudor se meneaban hacia mi escote. Bailando con los ojos cerrados pensaba en él, en su bigote y su tímida sonrisa, sus ojos almendrados y sus manos decoradas por antiguas cicatrices.
Una voz familiar me despertó del trance en el que me encontraba, "ya es tarde" escuché, a la vez que su aliento cálido resoplaba en mi oreja. Abrí los ojos, asentí con la cabeza, le di un trago a la cerveza, y caminé abriéndome paso entre la multitud. De todas formas era excesivo el tiempo que llevaba ausente, quizá había una larga fila.
Sentía la piel húmeda, el short se pegaba a mis muslos y de la frente me escurrían unas pequeñas gotas. El clima de Puerto Vallarta en agosto era bastante húmedo, la sensación térmica de ese ambiente me seducía, me gustaba.
Llegué al baño, el cual sorprendentemente no tenía fila. Era una puerta grande y desgastada, la cual daba a dos lavamanos y tres baños mixtos.
Empujé la puerta y cuando se abrió, ahí estaba él, parado, subiéndose el zipper del pantalón a la par que una mujer desconocida se aferraba a su cinturón mientras sus labios se estrujaban mutuamente. Cuando escucharon el chirrido de la puerta, ambos voltearon apresurados. Repentinamente la humedad que tanto me gustaba, se convirtió en gasolina y mi cuerpo ardía.
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