Por Helly Raven
Extraño a la niña que saltaba alegre a recibirte cuando llegabas. Con la que ibas de paseo en la vieja camioneta y ponía sus manitas en el salpicadero, murmurando «no te
detengas, motor, sé bueno» cuando atacábamos la subida de una cuesta.
La que entraba a casa y te encontraba en el sillón, decía «mi viejo» mientras te daba un
beso y sonreías.
Ahora, el sillón está vacío, la cocina no huele a tu café y mamá guardó las viejas pantuflas que solías usar porque eran las únicas que no lastimaban tus callos.
El libro que dejaste a medias sigue en mi habitación, la página doblada en una esquina, esperando que regreses a acabarlo.
Y mamá me recuerda «ha pasado otro año» cuando llego a casa, buscándote.
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