No es la primera vez que sucede, y seguirá pasando. La semana pasada se hizo viral la foto de un chico senegalés que acababa de llegar a Ceuta (ciudad española ubicada físicamente en una península del continente africano) mientras una voluntaria de la Cruz Roja lo abraza.
Aquí ya empezamos con el primer punto a analizar. La foto en sí misma vulnera la privacidad de este hombre, ya que lo muestra agotado, rendido, en un momento que se derrumba. A nadie le gustaría que el mundo entero lo conozca en una situación similar, pero entonces, ¿por qué se hace viral este tipo de fotografía? Por la voluntaria, por supuesto.
No se conoce la identidad de este hombre, ni su historia, ni las circunstancias que le han obligado a migrar. En cambio, el nombre de la voluntaria sí se conoce, incluso le llamaron para dar varias entrevistas en diversos medios de comunicación.
He de mencionar que otro punto deleznable es que cuando la foto comenzó a circular, la voluntaria empezó a recibir mensajes misóginos y racistas. Asqueroso, sí, pero esto no se trata de ella.
Que la foto se haga viral es un claro síntoma del “síndrome del salvador blanco”. Este síndrome, o complejo, es completamente racista y perpetua la idea colonial de que solo con la ayuda de personas blancas se puede “salvar” al continente africano y sus habitantes. Y aunque en este preciso momento esté hablando de África, este síndrome es extrapolable a cualquier ubicación geográfica.
Bajo este concepto, las personas negras, o racializadas, se convierten en un objeto, pierden su identidad, se exotizan y se reducen a personas a las que hay que ayudar. De ahí que como comentaba antes, nadie conoce el nombre real del hombre de la fotografía.
Y esta ayuda, como el que está brindando la voluntaria, se vuelve para el resto de la población blanca y que también vive bajo este síndrome, en un hecho que alabar. Si bien antes hablaba acerca de los mensajes deplorables que empezó a recibir, la mayoría de mensajes, retweets y menciones elogiaban el abrazo ofrecido por esta chica.
Pero mientras el mundo celebra este abrazo, a las pocas horas de que fuera tomada la foto, este chico fue deportado a Marruecos, sin que en ningún momento nadie lo llamara por su nombre.
La historia se repite, día tras día, hora tras hora. Miles de migrantes, con vidas propias, con historias, con familias, se juegan la vida (por desgracia muchas personas la pierden), intentando conseguir un futuro mejor. Y cuando llegan al lugar deseado, a las pocas horas, o les deportan, o los internan en centros para personas migrantes (en definitiva, en cárceles). Y continúan sin nombre.
Los medios de comunicación (tanto tradicionales como digitales) y las redes sociales se encargan de viralizar todo este contenido racista, deshumanizando por completo a todas estas personas.
No se trata de criticar a la voluntaria, por supuesto que no. Se trata de darle una vuelta a las narrativas que se nos cuentan, que contamos, y analizar el por qué se siguen perpetuando estos estereotipos racistas y de “salvador blanco”. Se trata de hacer autocrítica cuando actuamos de esta misma manera y seguimos propagando estos mensajes. Se trata de (des)aprender, de salir de nuestra burbujita de privilegios.
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