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Foto del escritorCámara rota

El nombre del viento


Los cuentos empiezan de muchas formas, esta se la cuento como me la contaron.

A veces nombramos al viento como uno solo, como que si fuera el mismo que se mueve en el norte del Petén, que el otro que se mueve en las montañas bajas de las Verapaces, el que viene entre las olas de por ahí en Monterrico, cálido y al ras de la tierra o como el mismo que se viene entre los cerros, de sur a norte, frío y en lo alto del cielo. El aire existe de muchas formas, tamaños, nombres y tiempo, en otro lugar del mundo a los aires le dicen “wayrakuna”, pero si subes un poquito más al norte de América las abuelas le nombraron “ehecatl”, en algunas montañas las personas le llaman “Xocomil” cuando el viento sopla en las tardes por el lago de Atitlán.

Había un viento que se llamaba “Chiyi’l”, algunas veces despertaba a las montañas antes que el sol saliera porque le gustaba que las aves le picotearan mientras se recostaba entre los árboles a ver el amanecer, se sumergía tranquilamente entre las ramas lentamente hasta encontrar las raíces mojadas, solo para mover la tierra, tocar una que otra pequeña flor y olerla, llevarse ese aroma entre sus aires como un recuerdo que pinta cada espacio del bosque.


Quizás no lo notaba, pero esa costumbre hacía florecer cada espacio que ocupaba. Poco a poco con el tiempo, tomó forma su rostro, su voz tuvo sonido y su corazón tuvo color, jum, jum, jum, jummmm, jum, jum, jum, jummmm, se escuchaba a su paso entre las montañas, las aves ya lo sabían y lo murmuraban entre ellas, “hay alguien que se cree flor”, que florece y a su paso deja sus semillas entre las ramas, que deja color entre la tierra, que deja frutos entre el tiempo, que crece con los años sin envejecer(se), que palpita tanto como la luna, que sueña tanto como el sol, las aves ya lo sabían y lo murmuraban entre ellas, la escuchaban venir, le decían su nombre mientras le picoteaban el corazón para probar el olor a flores que siempre llevaba entre sus latidos, así decía mi abuela, que lo contaba como historia de niña.


Chiyi’l decía mi abuela que se llamaba el viento que vivía entre las montañas porque a su paso siempre abundaban las flores.


Chiyi’l significa abundancia de flores o fruto de árboles en el idioma de mi abuela.



La abuela nació y vivió en San Juan Comalapa, Chimaltenango, Guatemala.



Por Cami.


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