Todos hemos escuchado la frase “Sin maíz no hay país” y es una frase certera como ninguna. México es la tierra del maíz. Es todo un símbolo de identidad, resistencia y autonomía alimentaria. El maíz es pasado, es lucha, historia, cultura, cosecha, unidad, pobreza y dignidad. Es parte fundamental del mercado y de la política pública del país. Este grano es importantísimo en la vida, no solo de los agricultores y campesinos, si no en la de todos los mexicanos. También es el principal cultivo para el autoconsumo de comunidades indígenas. Los pueblos originarios preservan sus costumbres en torno al maíz, y ante el agrocidio de los gobiernos neoliberales, lo hacen en una situación de resistencia. El campo mexicano está herido de muerte, y el que lo hirió fue el Tratado de Libre Comercio (TLCAN). Con el, se dio apertura total e indiscriminada a las importaciones de maíz, una de las pocas cosechas que aun se protegían con aranceles y precios de garantía. Millones de toneladas de este grano ingresaron al país. Entre 1993 y 1999, las importaciones crecieron hasta tres mil por ciento.
*Agrocidio: Es el exterminio de campesinos y agricultores que no pueden resistir los precios bajos resultados de las malas negociaciones del gobierno.
Esto fue gravísimo porque el maíz es el principal producto agrícola y un alimento básico en la dieta de los mexicanos; se ponía en riesgo la soberanía alimentaria. Se generó una grave crisis entre los productores nacionales, y de pronto, ya se dependía completamente de la importación de maíz para consumo interno. Al mismo tiempo se sacrificaban alrededor de 4 millones de campesinos que abandonaron sus cultivos y sus empleos. Esos fueron los saldos rojos que el gobierno salinista ya tenía calculados. Y no se equivocaron. Tampoco les importó.
Los subsidios y apoyos impulsados por el gobierno hacia con los maiceros fueron sumamente ineficientes. Esto también afectó a otros cultivos, como los de frijol y trigo, que corrieron con la misma suerte. La incapacidad de México para competir con Estados Unidos y Canadá (los mayores y más eficientes exportadores de granos en el mundo) en el sector agroalimentario hizo de la migración una “opción” para los trabajadores del campo.
El gobierno eliminó las empresas estatales que se dedicaban al sector agropecuario. CONASUPO fue una Institución paraestatal fundada desde el cardenismo (1936) que tenía como objetivo ser el único y principal importador y exportador de productos básicos en el país. Funcionaba como el más importante abastecedor de la industria de molinos y masa nixtamalizada para la elaboración de tortillas, y regulaba el mercado de los granos básicos en apoyo a productores y consumidores.
A partir de 1999, se eliminó la empresa estatal CONASUPO. Su desaparición y el abandono por parte del Estado, hizo de los productores un sector tan vulnerable que inmediatamente lo aprovecharon las empresas trasnacionales de firmas estadounidenses. Muchas de ellas se “fusionaron” o compraron acciones de las empresas mexicanas más fuertes, y se convirtieron en las únicas acaparadoras de sus cosechas. En ese año los consumidores pobres recibieron un duro golpe a su economía; el subsidio a la tortilla fue eliminado.
En México operan tres carteles mundiales dedicados a la comercialización de granos, el formado por Cargill-Continental; el integrado por ADM-Maseca y el formado por Minsa-Arancia-Corn Products International. Desde entones, estas empresas han obtenido casi todos los subsidios que otorga el gobierno mexicano para la comercialización de excedentes de maíz. El mercado privado se consolidó velozmente a costa de los productores.
Durante el 2006, en el sexenio de Felipe Calderón, se dio una crisis por desabasto y aumento en el precio de la tortilla. En ese año se produjeron 22 millones de toneladas de maíz en el país, lo que se consideró una producción record, además de que se importaron altísimos volúmenes de este grano. Justo en el año de crisis por desabasto de maíz, las existencias de maíz alcanzaron los mayores números. Entonces, ¿Cómo sucedió esto?
Las grandes empresas acapararon las cosechas del año 2006 y de principios del 2007, y usaron como pretexto una escasez inexistente. Ellos elevaron especulativamente los precios. Vendieron tan caro como pudieron, el valor por tonelada de maíz se elevo al doble y más. Esto hizo que el precio de la tortilla se disparara de 6 pesos el kilo, a 8.50 y hasta 9 pesos. Las trasnacionales acaparadoras ni siquiera tuvieron que pagar los costos de almacenamiento, ya que el programa de subsidios operado por la Secretaría de Agricultura, es destinado casi exclusivamente a las grandes comercializadoras y les otorga subsidios para el almacenamiento, para las maniobras, fletes, cabotaje y exportación. Las organizaciones campesinas señalaron que el uso y abuso de estos programas hizo “secar” artificialmente el mercado. Incluso hubo denuncias en contra de comercializadoras como Cargill, por el acaparamiento desmedido y provocar escasez artificial de maíz blanco para consumo humano.
El tipo de maíz es un tema de suma importancia.
En México se producen dos tipos de maíz: el blanco, que se destina principalmente al consumo humano y su producción satisface la totalidad del consumo nacional. Y el maíz amarillo, que se destina al insumo ganadero y a la elaboración de productos biocombustibles, como el etanol. La producción de maíz amarillo es muy superior a la de maíz blanco pero es una mentira neoliberal (para dejar entrar maíz de otros países) que no podemos cubrir la necesidad interna para el autoconsumo.
En México la tortilla se elabora de dos formas diferentes: el modo tradicional y de nixtamalización; en el que se hierve el maíz y se pasa por un molino manual o industrial para obtener masa. Este proceso absorbe la mitad del mercado (51 por ciento). Y el restante 49 por ciento de las tortillas se hace con harina de maíz. Las que compramos en el puestecito de la esquina, regularmente son preparadas con una mezcla de masa nixtamalizada y harina de maíz.
Debido a la alza en el precio del los granos, también aumenta la tortilla y los productos pecuarios que lo utilizan como insumo, productos que también se han beneficiado todos estos años de la eliminación de la protección a los campesinos. Elevan los precios de la carne, la leche, el huevo y el pollo, todos ellos alimentos básicos.
Se calcula que un mexicano consume al año 90 kilos de tortillas. Es lamentable que se dependa de Estados Unidos para importar maíz.
Desde hace 16 años, el precio del maíz y la tortilla se encuentra en medio de la inflación y el alza de los combustibles. En los primeros meses de 2017 el costo de la tortilla se incrementó entre 2 y 3 pesos por kilo, de nuevo debido a las “estrategias” de las grandes empresas acaparadoras, justo en medio del aumento del precio del petróleo. Todo esto frente a los ojos del Estado.
Y como si todo lo anterior no fuese bastante, las transnacionales del maíz, para agrandar mas sus ganancias, han utilizado pesticidas y herbicidas venenosos para “cuidar” el grano. El más utilizado y en medio de la polémica está el Glifosato, nombre del principio activo de un herbicida que se utiliza para “proteger” el maíz de insectos y plagas. Se aplica también para evitar el brote de “maleza” y dejar el paso libre a los cultivos que se pretenden. Es un producto que al final daña la vegetación nativa y provoca la destrucción de cualquier tipo de planta que intente germinar en ese suelo.
Una desventaja (o súper ventaja) del maíz natural, es que no es resistente al Glifosato. Entonces se creó también una variedad de maíz genéticamente modificado para resistir y potenciarse con el Glifosato; el maíz transgénico. No está demás mencionar que la trasnacional más grande del mundo en agroquímicos y semillas Bayer-Monsanto, está detrás de la creación y venta de ambos productos.
Durante muchos años este herbicida se utilizó bajo el falso argumento de que no dañaba la salud y al ecosistema, pero no es así. Hoy el Glifosato atraviesa una controversia desde el punto de vista toxicológico y ambiental.
México se sumó a una serie de países que prohíben o limitan el uso indiscriminado del herbicida Glifosato, mientras que representantes de la agroindustria aseguran que la sustancia no es tóxica. El hecho es que con un decreto promulgado por el presidente, que ya entró en marcha en el mes de enero, México se despedirá paulatinamente del uso del Glifosato y del maíz transgénico.
El gobierno de México tuvo muchas presiones de funcionarios del Gobierno de Donald Trump y de Bayer-Monsanto para revertir la decisión de sustituir el uso de Glifosato y prohibirlo en su totalidad para el año 2024.
En el mes de marzo pasado, el precio de la tortilla aumento 2 pesos por kilo y se consideró el aumento más drástico en la historia, a pesar de todos los antecedentes que ya se tenían. Debido a la entrada del decreto a favor de sustituir el uso de Glifosato en futuras cosechas, otra vez las grandes empresas de maíz, lo acapararon todo, pero ahora para presionar al gobierno, argumentando que es mucho más costoso dejar de usar esta sustancia. Un chantaje capitalista. Incluso, Monsanto-Bayer interpuso un amparo para evitar la decisión del ejecutivo, pero el 3 de Mayo pasado, la resolución no fue a su favor.
Ahora DICONSA hace lo que pretendía hacer CONASUPO. Es una red de distribución de alimentos básicos de alto contenido nutricional para la población en estado de marginación. Asegura el suministro de maíz y apoya a pequeños productores a quienes compra sus cosechas a un precio de garantía. Aun así, los avances son mínimos. Las trasnacionales siguen acaparando y controlando el precio.
Un problema de los pequeños molineros y tortilleros del país, es que no tienen capacidad de almacenamiento. Es imposible para ellos aprovechar las buenas temporadas en los precios del maíz y almacenar 5, 10 o 100 toneladas de grano, como sí lo hacen las grandes empresas. Una propuesta interesante por parte de la asociación de molineros y tortilleros, plantea que DICONSA (al ser una paraestatal que sí tiene capacidad de almacenamiento) compre y acumule granos para que cuando los precios suban intencionalmente, aquí se regulen con la liberación de esos granos acumulados pero a un precio justo, los demás tendrían que bajar sus precios también. De esa forma no podría haber escases ni control del maíz por culpa de los monopolios. Esperemos que el gobierno los escuche.
El tema del maíz da para mucho, debería de estar entre nuestras prioridades. Hablemos más de eso. Hagamos comunidad de boca en boca. La señora que atiende la tortillería donde compramos nuestras tortillas, también asume su posición política. Los que estamos en las ciudades muchas veces ignoramos el proceso gastronómico y el proceso político del maíz. No sabemos la historia que hay detrás de una tortilla. El maíz es parte de nosotros, lo traemos en los genes y nos lo quieren quitar. Apoyemos a los maiceros y a los pequeños productores. No nos desviemos de los verdaderos temas.
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