Por María Antonelli
Dionisos
mientras duermes,
encerrado en el sueño
observo y manoseo,
la vertical de la nariz
la cima del fruto
el racimo áspero
las trazas de los besos
antes de
y después
del
forcejeo horizontal,
tendidos como quien repta
y se convulsiona como
una piedra en la onda
fuente fecunda oscilando
mis pulsiones desiertas ladran
en un hilo blanco
que resbala tibio y vira
sobre la curva de mi crudo muslo.
Tu rostro precipitado
crea una sombra parda
un recoveco límpido
un kleenex cristalizado.
Morimos y reencarnamos
En personas o cosas;
Tú, carne
yo, indigente
Tú, zénit
Yo, caleidoscopio.
Tú, prisma
Yo, un vaso.
Y todo cuanto poseo
aunque moribundo
te pertenece
cuando dejas caer
tu
fémur
en
mi
espalda dolorosa.
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