Me dijo: “Hablamos en la noche” y colgó el teléfono.
Miré el reloj y era la 1:37 pm, desde ese momento esperé. Es curioso que cuando la gente espera, el tiempo pasa más lento. Estaba sentado, después de pie, miré por la ventana, regresé de nuevo a mi asiento, encendí la televisión, metí las manos a mis bolsillos, saqué mi cartera, la abrí y noté que tenía 3 billetes de $100 y mi tarjeta de débito, no había nada más. En ese instante me hubiese gustado ser como Juan, mi compañero de trabajo; él, en su cartera llevaba cartas de amor, pequeños retratos y una virgen. Mínimo me hubiese gustado tener algún recibo para mirarlo y fingir distraerme por 2 minutos, pero no, no tenía nada más que mis billetes y mi plástico. Caminé de una esquina a otra, abrí algunos libros, los cerré, busqué la cajetilla de cigarrillos y encendí uno, lo fumé despacio y miré el humo esparcirse lentamente en mi pequeña habitación. El silencio se escuchaba fuerte, me dolía la panza y de pronto, no sé cómo, ya daban las 4:30 pm. Fue entonces cuando me di cuenta de que yo no sabía a qué hora "ya era de noche", no sabía si hablarle a las 7 pm o las 9; tal vez ella creía que de noche eran las 11:30. Me dio taquicardia, el reloj marcaba las 5 pm y yo solo escuchaba como avanzaba el segundero. Así transcurrió otra hora, torturándome con las mismas preguntas: ¿a qué hora es de noche?, ¿acaso es de noche cuando se comienzan a ocultar los rayos del sol? o más bien, ¿es de noche cuando ya está muy en alto la luna?
Miré por la ventana y el sol aún se asomaba, la cerré y regresé a mi silla. Saqué la cartera y miré la soledad que la envolvía; recordé la de Juan, me lamenté por no tener algún recibo, la guardé de nuevo en mi bolsillo, mire el reloj y eran las 6:20. Sentía que ya no podía más, decidí dormir, me recosté y me puse a pensar en los temas de los que podríamos hablar: la música que le gusta, la serie que está viendo actualmente, sus películas favoritas, el libro que más le ha enseñado, ¿postres dulces o snack salados?, ¿café o té?, ¿verano o invierno?, ¿matemáticas o historia?, un poco de su vida. Tal vez me animaría a decirle que de vez en cuando sueño que es mía.
Afortunadamente, logré conciliar el sueño muy rápido y dejé de pensar. Pasó un rato, no sé cuánto y, de momento, un impulso fuerte me animó a abrir los ojos y la luz del sol me lastimó. Estaba más fuerte que antes de dormir, miré el reloj y eran las 8:35 am. Habían pasado ya 14 horas desde que me dormí, sentí cómo mi cuerpo se estremeció, de pronto me quise reír, lo más seguro es que quería llorar, entendí que no me tocaba, que no era mi tiempo. Nunca supe a qué hora era de noche. Aún acostado, saqué mi cartera una vez más y tampoco había retratos, ni santos, ni cartas de amores pasados, ni era de noche, ni hablamos de películas, ni de snacks, ni de matemáticas, mucho menos de los sueños que a veces tengo. Cerré mi cartera, la guardé en mi bolsillo y volví a dormir.
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