Un día alguien me dijo que era muy talentosa y ese día me vine abajo y dirán ¿cómo es que un cumplido te tira al fango? Pues así, y no sólo te tira, te pone su bota en la cara y empuja y empuja hasta que te sumerges por voluntad propia. Dicen que es ahí abajo, rodeada de cadáveres ofrendados a Mammon, que te descubres a ti misma y tu orina se convierte en champaña espumosa.
Aún no me pasa, sigo esperando ver algo: un pez dorado, una piedra preciosa, un hilo rojo… cualquier cosa que cambie para siempre el futuro que me espera fuera. He aprendido a ignorar a mis abuelos que me gritan desde la superficie, ellos no entienden porque me siento cómoda aquí, ellos no saben que en las madrugadas cuando el pantano es más frío puedo escucharlo acercándose con un canto que es todo menos humano.
Lo noté por primera vez la noche que llegué aquí, aún pataleaba y mis pulmones se desbordaban por mis costillas. Recuerdo ver flotando entre mis dedos azules el cráneo pequeño de un niño, no me asustó, me sabía muerta. Lo tomé para observarlo un momento y noté una grieta brillando horizontalmente sobre su cabeza “¿ser o no ser?” declamó mi voz interna a carcajadas cuando con horror noté el dolor punzante de sus dientes contra mi muñeca. Me lo quité de encima violentamente mientras notaba como mis ganas de salir de ahí me hundían más, por cada patada el agua se hacía más turbia y me empujaba hacia abajo, hacia el abismo que contenía a esa cosa y quizás horrores peores. La angustia que me invadió aún lo hace por ratos, si estoy viva quiero morir pero si no lo estoy…¡DIOS! ¡dijiste que me iba a quemar eternamente, no que iba a desaparecer como la ordinaria Ofelia!
En algún momento no pude moverme más, tenía las extremidades tan entumidas que dudaba que siguieran en su lugar, sólo bastó un giro de mi cuello para notar que me equivocaba y que de mi brazo salía un repugnante hilillo de sangre color gusano. Fue entonces que de entre las aguas turbias un rayo de luz iridiscente se proyectó hacia mi cara dejándome totalmente ciega.
Me costó acostumbrarme al ardor de sus dientes, han pasado trece días y sin falta viene a mí…no puedo verlo pero su canto me arrulla hasta dormirme, sé que no tiene opción así que he dejado de apartarlo, siento como juega con mis dedos, se arremolina entre mi cabello, conversa con mi pecho.
Hoy pasó algo diferente: mordió mi mejilla al tiempo que sentí una mano larga acariciando mi omoplato izquierdo, luego otra mano se pegó a mi piel, y otra y otra y otra…
No sé cómo luce ahora que se ha alimentado de mí, no sé siquiera si todas las extremidades pertenecen a la misma criatura, cuando vives en tinieblas lo mejor es dejar las cosas ser, pero no pierdo la esperanza… veré algo: un pez rojo, una piedra dorada, un hilo precioso… cualquier cosa que cambie para siempre el futuro que me espera fuera.
Por Mariana Abad.
@Soymarianabad
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